Escribo este artículo mientras realizo el Camino de Santiago en bicicleta junto a mi marido y nuestro perro por el Camino Francés, documentando todo en nuestro proyecto, Venite Conmigo. Lo escribo en los pocos momentos en los que no estamos pedaleando, y en aquellos lugares donde logramos hospedarnos a un precio razonable, ya que este año en el que varios albergues y pensiones están cerrados, las posibilidades de alojarse con una mascota se reducen drásticamente y las tarifas se encarecen.
El Camino Francés es tradicionalmente el itinerario más transitado para realizar la peregrinación a Santiago de Compostela, se inicia en St-Jean-Pied-de-Port y finaliza en Santiago de Compostela, teniendo una longitud de más de 800 km. Sin embargo, este año, y a pesar de ser un año próximo al 2021, el Año Santo Compostelano, lo que se suponía llegaría a ser el momento de máximo apogeo del Camino de Santiago, nada puede estar más lejos de la realidad. Nosotros no recorrimos el camino completo, sino que realizamos el itinerario saliendo de León, realizando así un total de 306 kms. A lo largo del viaje nos encontramos con albergues cerrados, varias tiendas locales cerradas temporal o definitivamente e incluso pueblos desolados que solo se mantenían vivos precisamente por los peregrinos que ahora brillan por su ausencia. La Organización Mundial del Turismo (OMT) prevé para este año una disminución del turismo internacional de entre el 60 y el 80% con respecto al año pasado, lo que representa una pérdida de entre 840 000 millones y 1,1 billones EUR en concepto de ingresos por exportación en todo el mundo. En relación a la peregrinación hacia Santiago de Compostela, este año ha descendido el número de peregrinos jacobeos procedentes de Asia, tanto los coreanos, que en 2019 supusieron el 2,37% del total (7º país emisor del extranjero), como los chinos, país emergente, donde sumados los continentales, hongkoneses y taiwaneses han alcanzado un 0,82%. Pero al citar a Italia ya estamos hablando del núcleo duro ya que es el país extranjero desde el que llegan más peregrinos.
Si empezamos desde el comienzo, nosotros vinimos hace un par de años a España desde Argentina con el sueño de viajar, de conocer nuevos lugares y nuevas culturas. Y si bien Europa nos brindó la posibilidad de hacer viajes cortos a precios económicos, no dejábamos de ser turistas que recorrían algunas ciudades en un par de días a un ritmo acelerado y que luego volvíamos a la rutina y la vorágine de la ciudad. Empezamos entonces a pensar que era posible viajar de otra manera, a un ritmo más lento, recorriendo los destinos, disfrutando realmente del viaje, y no solo del punto de llegada. El transporte: la bicicleta, surgió porque es un medio que respeta el medio ambiente y favorece el crecimiento económico inclusivo y sostenible. No podemos olvidarnos tampoco de Ringo, nuestro perro, con quien a veces es complejo y/o caro viajar. De a poco, fuimos armando las bicicletas, acondicionándolas para que Ringo pueda viajar cómodo y comprando los diferentes componentes que necesitábamos para realizar una aventura de duración indeterminada. Ninguno de los dos es profesional y solamente usábamos la bicicleta como medio de transporte en el día a día. Sin embargo, de tanto ver videos, leer blogs y explorar mapas, la ambición empezó a ser cada vez mayor. Descubrimos que en Europa existen 15 Eurovelos, que son rutas con características especiales (algunas más acondicionadas que otras) que atraviesan todo Europa y hacen que sea posible recorrer el continente como ciclista. Cruzan 42 países y entre todas suman unos 70.000 km de los cuales por ahora sólo 45.000 km están finalizados. Es posible categorizarlas por nivel dificultad e incluso por temáticas, por ejemplo el Eurovelo 6 es ideal para hacer en familia mientras que el Eurovelo 3 es la Ruta de los Peregrinos. En ese entonces nos planteamos recorrer Europa en bicicleta con todo lo que eso implicaba, dejar nuestra posición de “seguridad”, nuestros trabajos, nuestra casa para lanzarnos a lo desconocido. Sin embargo, a veces uno planifica pero luego la vida sucede, y por cuestiones personales decidimos posponer esa aventura y regresar a Argentina. Teníamos pasajes para el mes de abril, pero nuevamente los planes cambiaron. Sucedía algo inimaginable para muchos, y en medio de una pandemia, gran parte del mundo era confinada a permanecer en sus hogares. Nuestro viaje fue cancelado. Estuvimos en cuarentena en Madrid mientras que Argentina también comenzaba la cuarentena como otros países de América del Sur, que intentaban adelantarse al virus y contenerlo para que no sacuda sus economías y se acumulen muertes innecesarias y que en el contexto en el que viven muchos países latinoamericanos era algo que simplemente no podía suceder.
El cambio de estación en Europa y la imposibilidad de seguir manteniendo la cuarentena a nivel económico hizo que de a poco los mercados vayan abriendo así como las fronteras entre comunidades e incluso países. Se podía soñar con volver a viajar, tomando todos los recaudos necesarios pero podíamos ser libres nuevamente. Se estableció una paquete de medidas que ofrecía tranquilidad y claridad a los ciudadanos, y una senda hacia la recuperación del turismo, con el fin de garantizar que la Unión conserve su posición de líder mundial del turismo sostenible e innovador.
Seguimos planeando entonces nuestro viaje en bicicleta pero esta vez a nivel local, decidimos que haríamos España en bici. Empezamos a llenar nuestras alforjas con lo que en ese momento pensábamos que era indispensable y esencial pero que días después, luego de haber recorrido los primeros kilómetros, pesaría tanto que acabaríamos dejando varias cosas. Además del peso material, nos pesaban otros factores, como dejar lo que era nuestro hogar, nuestra posición de seguridad, la incertidumbre de hasta dónde y hasta cuándo podríamos viajar. El miedo de que nuevamente cerrasen las comunidades estaba presente, por eso decidimos salir de Madrid en tren hacia León, un tren de media distancia que nos permitía llevar al perrito pagando el 25% del importe del pasaje y llevar las bicicletas por 3 euros cada una si se recorren más de 100 kms, sino transportar la bicicleta es gratis. Los trenes de larga distancia exigen que la rueda delantera sea desmontada y que la bicicleta vaya en una funda especial, lo que para nosotros era otra inversión y una nueva complicación.
El 7 de agosto salimos hacia León desde El Escorial. Al llegar a la estación de noche ya vimos en la pantalla de información que varios trenes estaban cancelados, y luego en el viaje, nos enteraríamos que muchos servicios de trenes fueron cancelados y tuvimos mucha “suerte” de poder realizar el viaje. Al buscar alojamiento por internet encontramos que las mejores opciones eran albergues para peregrinos. No teníamos en cuenta que estábamos en una ciudad que es parte del Camino francés hacia Santiago, el camino más conocido y concurrido de todos los Caminos de Santiago. Si bien el camino francés comienza en St-Jean-Pied-de-Port en el País Vasco francés, León es una ciudad desde la cual parten muchos caminantes. Esa noche nos hospedamos en un albergue privado, en el cual se pueden hospedar peregrinos y no peregrinos por igual, pero cuando nos preguntaron si estábamos haciendo el camino, respondimos que lo íbamos a comenzar en León. En la oficina de turismo conseguimos el mapa del camino de la Comunidad de Castilla y León y días más tarde nos convertíamos en peregrinos en bicicleta.
El Camino Francés cuenta con cientos de albergues, públicos y privados, y de media hay una población con algún servicio (como mínimo un bar o tienda de comestibles) cada 5,6 km. El problema radica en que actualmente muchos de esos albergues están cerrados, otros están abiertos pero han reducido su capacidad y extremado las medidas de higiene y seguridad y muchos de ellos no admiten mascotas. Nosotros llevamos tienda de campaña, pero la acampada libre está prohibida en España, por lo que muchas veces terminamos durmiendo cubiertos con la bolsa de dormir, práctica que se conoce como vivac que es simplemente dormir al descubierto y no está penalizado. Nos encontramos durmiendo en campos, o en ciudades buscando el reparo de algún techo en caso de lluvia, y debido a que al acercarse a Galicia, por las noches el frío y la humedad se sentía, más que nada en poblaciones de gran altura.
En todos los albergues que hemos estado hemos visto que el uso de mascarilla es obligatorio, y hay varios dispensadores de gel hidroalcohólico. En otros también te brindaban sábanas descartables y no había ninguna manta. Sin embargo, uno de los procedimientos de higiene que más llamó nuestra atención fue el de un albergue parroquial en Hospital de Órbigo. En este albergue pudimos alojarnos al precio que paga el resto de los peregrinos, que en ese caso fue de 8 euros por persona, y nos dejaron alojarnos en una habitación de cuatro camas pero en la que solo dos camas estaban funcionales, ya que la condición en la que estaba la habitación en general no era buena. Elegimos quedarnos a dormir allí porque empezaba a llover y estar bajo techo era nuestra prioridad. Al entrar te deshacías del calzado en el patio, te brindaban una bolsa con una mascarilla y unos guantes descartables, y te tomaban la temperatura. Esto no supuso ningún inconveniente, pero además te brindaban una bolsa negra de plástico para colocar tu equipaje, lo que para nosotros fue una gran problema. Evidentemente estaba pensado para los peregrinos que llevan una mochila, pero nosotros llevábamos alforjas, dos en cada bici. Poner las dos alforjas en una bolsa plástica fue imposible, y tuvimos que realizar una selección, para luego de todas maneras volver a sacar todo en la habitación, esto sí que nos pareció innecesario.
Hasta ese momento y con pocos kilómetros recorridos, varios albergues y tiendas locales estaban cerrados pero aún los pueblos se mantenían vivos. La sorpresa llegó en Astorga, una ciudad más grande, que vimos muy golpeada por el coronavirus. La mayoría de los locales de souvenires o de dulces locales estaban cerrados y abandonados. En la terminal de ómnibus, no había ningún local abierto y los servicios de buses eran muy espaciados, o inexistentes. Bajo el techo de la terminal -del lado de afuera- pasamos una noche de lluvia en Astorga, ya que ningún albergue nos ofrecía una habitación doble por menos de 50 euros, y era un presupuesto con el que no contábamos. El albergue parroquial del lugar se negó a aceptarnos por nuestra mascota. Esta fue una situación que lamentablemente se repitió varias veces. Albergues que le dan cama al peregrino por una suma que puede variar desde 5 a 8 euros, y otros incluso a donativo, pero que de ver a un peregrino con su mascota, le niegan la entrada, le cobran una habitación doble que con suerte cuesta 20 euros, le ofrecen dejar al perro afuera atado o le ofrecen quedarse bajo un techo en un patio con temperaturas que de noche son realmente bajas. Incluso en El Mesón, un albergue de El Acebo, un pueblo ubicado a unos kilómetros de Ponferrada, un albergue privado que cobraba a cada peregrino 7 euros por una habitación compartida y 24 euros por una habitación privada, nos negó la entrada a la habitación compartida a las 21:30 cuando no había ningún peregrino. De más está decir que esa noche no llegó nadie, y la habitación compartida quedó vacía. Nos tocó pagar la habitación privada porque “quizás alguien llegaba” y porque evidentemente era negocio para el dueño.
En la comunidad de Galicia la situación comenzó a mejorar. El número de peregrinos iba aumentando y en forma proporcional aumentaba el número de albergues. Este incremento de viajeros se debe a que para alcanzar la Compostela, el documento oficial que la Iglesia expide a los peregrinos que han llegado a Santiago de Compostela, tras haber completado el Camino, uno debe recorrer 100 kms caminando o 200 kms en bicicleta. En el primer albergue donde nos hospedamos en la localidad de Triacastela debimos firmar un documento expedido por la Xunta de Galicia en el que se especificaba que estábamos compartiendo habitación debido a que éramos familiares y no desconocidos. Esa noche estuvimos durmiendo en una habitación para seis personas, pero pagando como si fuera una habitación doble. Termino este artículo habiendo llegado al fin a Santiago de Compostela. Allí nos encontramos con la catedral cerrada y en obras. En la Oficina de Acogida del Peregrino, lugar en el que se otorga la Compostela, ya habían sido entregados los 640 números diarios, nos quedamos esperando y recibimos los números 641 y 642. Si bien nos encontramos con una ciudad llena de turistas, los comerciantes locales nos informaron que debían estar trabajando al 60% y que la pandemia había golpeado gravemente a la ciudad. Ahora nos encontramos yendo rumbo a La Coruña y de ahí quisiéramos seguir a través de la costa Cantábrica para llegar a Poncebos y allí iniciar la Ruta del Cares. Esperamos seguir recorriendo España en bicicleta con nuestro perro y disfrutando así de sus paisajes, aromas, acentos, gastronomía y su gente.
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