Renacer de un viejo concepto: la ciudadanía europea

, de Aida Dos Santos

Renacer de un viejo concepto: la ciudadanía europea

Desde la consideración del ciudadano como el habitante de derecho de la ciudad antigua, pasando por la vinculación ciudadanía-nacionalidad del Estado Moderno, en la actualidad la ciudadanía se ve envuelta de un carácter político, siendo ciudadano aquel que goza de la plenitud de derechos políticos, la consideración de la ciudadanía ha sido un proceso tanto de la consolidación del Estado-nación como de la democracia representativa.

En el momento en el que se intenta describir la ciudadanía europea nos vemos vis-a-vis con dos problemas a cual más difícil de resolver: por un lado, ciudadano y ciudadanía son términos multívocos, ya que los derechos que van a ellos asociados, son mutables en el tiempo y en el espacio, los derechos tanto civiles, como sociales y por supuesto políticos se encuentran en continuo desarrollo, por lo que en ningún momento histórico debe esperarse una forma final y definitiva del término . La Asociación Europea de Profesores (Association Européenne des Enseignants / European Association of Teachers-AEDE), define en su página Web (www.aede.eu) ser ciudadano como una fuente de vínculo social: vivir juntos y estar sometidos a la misma autoridad. La ciudadanía expresa un sentimiento de pertenencia a un grupo. Un sentimiento que se formaría entre los quince y los veinticinco años.

El segundo problema estriba en la forma de abordar qué es Europa. El sueño de una Europa unida tras los numerosos conflictos que han asolado el viejo continente, tiene tanto admiradores como detractores, y cada grupo encuentra en sus escuadrones caminos muy distintos a seguir. Desde los defensores de un mercado librecambista que base el Derecho de la Unión en la utilidad monetaria que se presente; hasta los que defienden los derechos sociales por encima de cualquier otro beneficio humano, y tienen como meta la instauración de un Estado de Bienestar. Por ello, por la ramificación en decenas de ideologías, de formas de ver y de plantarse tanto el pasado, como el presente y el futuro de la Unión Europea, es tremendamente complicado hablar de Europa. Aunque lo que puedo decir casi con totalidad seguridad, es que los Europeístas, son a la vez creyentes en la federación. Y es que, cada día es más impensable que los pequeños países que forman la Unión puedan ir a algún buen puerto con sus propias velas, y compitiendo con sus vecinos, con los que comparten una cultura y una historia. Desde el estudio que se puede hacer de los de libros, informes, Tratados, etc, sobre la ciudadanía europea, encontramos la recurrente referencia al Tratado Constitucional en su artículo I, 8 y a la Carta Europea de los Derechos Fundamentales La ciudadanía europea apareció en Maastricht (1992) en la Parte 2 (artículo 17) del Tratado de la Comunidad Europea: “Se instituye una ciudadanía de la Unión. Es ciudadano de la Unión toda persona que tenga la nacionalidad de un Estado miembro. La ciudadanía de la Unión completa la ciudadanía nacional y no la remplaza”.

La construcción de la Unión Europea no puede entenderse sin la aspiración a consolidar, -por lo menos en concepto- la ciudadanía europea. Pero se debe partir para ello de una identidad que parece que no se define, son numerosas las nacionalidades, no solamente de los estados soberanos, sino también de las identidades tan dispares que podemos encontrar incluso dentro de un mismo Estado como en el caso español o belga, ya que al poner ejemplos de Estados que no alberguen dificultades con la identidad nacional de sus ciudadanos, los ejemplos pronto acaban con citar Portugal.

Europa ha desarrollado su idea de ciudadanía desde perspectivas economicistas, con el coto a la fatalidad de las guerras y los conflictos, hasta ir advirtiendo en los ciudadanos individuos dispuestos a integrarse, como visionó Jean Monnet (1888-1979). El debate sobre la ciudadanía europea se remonta a 1976, cuando se publica el informe Tindemans, Hacia la Ciudadanía europea, y en 1985 cuando se público el Informe Adonnino, Una Europa del Pueblo, la idea central que subyacía en ambos era que había que apaliar el evidente distanciamiento que se estaba produciendo entre el individuo y Europa, se debía reconstruir el concepto y eso empezaba por una forma de legitimar que no dejara al ciudadano la simple misión de ir a votar cada cinco años.

Lo que tenemos que tener claro es que para que se desarrolle una ciudadanía como tal debe haber un espacio común, más que espacio en el sentido geográfico, una cultura, una historia común, ya que no solo la igualdad en derechos hace ciudadanos a los individuos, para que se creen lazos perdurables en el tiempo entre los individuos, deben no solo recibir derechos y estar sometidos a las mismas obligaciones, es imprescindible que vean en el Estado una representación de sus expresiones, que se identifiquen como miembros de un Estado porque hay algo que les diferencia de otro, y que hay otras que no pueden pertenecer a mi Estado. La pertenencia no puede ser entendida sin la exclusión. La ciudadanía como tal exige adhesión y compromiso en la comunidad, y participación en la resolución de los problemas comunes, algo que resulta prácticamente imposible en el marco de un espacio político que por sus dimensiones o su heterogeneidad interna obtura la creación de espacios comunes de deliberación.

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