Receta de ciudadanía a la europea (II) : la identidad

, de Aida Dos Santos

Receta de ciudadanía a la europea (II) : la identidad

Aunque partiendo de la difícil definición que tiene el término cultura, no es una falacia argumentar las tremendas diferencias que existen entre los veintiocho estados.

Se está acudiendo al miedo como un factor clave para desarrollar el proyecto social y político (recordemos a Maquiavelo y a Hobbes), se desarrolla por lo tanto un miedo desde los europeos a ser invadidos por extranjeros hostiles, que procurarán la desnaturalización y la pérdida de identidad de Europa. ¿Pero qué pérdida de identidad? Ahí está la cuestión, no hacemos valer nuestra identidad hasta que no la vemos amenazada. Se constituye por ello una identidad defensiva, reaccionaria y esencial, puramente excluyente, holista y estática y totalmente incompatible con la legitimad democrática. Volviendo a caer por lo tano en el dilema europeo. Se empieza a promulgar una concepción elitista de la cultura europea, como la mejor cultura, la cultura superior, la cultura que es sinónimo de civilización. La ideología de la diferenciación se convierte en un fundamentalismo y en un racismo cultural de los definidos por Stolckey Todory.

La exclusión del otro, se convierte en el mismo modo en la tesis nazi de los Gemesichftsfremde, retomada en la doctrina del derecho penal del enemigo. Pese a lo presente, siguiendo a Étienne Balibar no podemos caer en la tentación de diferenciar entre un nacionalismo bueno y un nacionalismo malo.

Se debe desarrollar una identidad europea, pero en el marco de solidaridad y cooperación con el resto del planeta. Identidad europea no puede ser sinónimo de las grandes culturas del continente, también constituyen la cultura de Europa minoritarias del arte bizantino y el cine bosnio.

La ciudadanía europea, como ya hemos visto, no puede constituirse como una ciudadanía que haga desaparecer el resto de sentimientos nacionales, la creación de la verdadera identidad europea pasa por que seamos capaces de sentirnos parte de un espacio común que lo integremos todos lo Estados miembros, y que por ello es heterogéneo, se entremezclaran las nacionalidades, culturas y creencias. Pero esto solo es posible si se entiende que se debe dar margen al proyecto de la diversidad y de la convivencia, y frenar la defensa de la esencia nacional y el miedo a dejar de ser menos catalán por nacer en España, y menos catalán todavía por formar parte de la ciudadanía europea. Debemos tener siempre por delante que la riqueza de Europa es su variedad, y esta variedad es la que constituye la idea de la ciudadanía europea, el proyecto de convivencia, de respeto, cooperación y solidaridad.

El problema de la ciudadanía Europea no debe entenderse en tanto por el carácter diverso, como por el afán homogeneizador, porque ahí está el gran error, en querer homogeneizar y no respetar la heterogeneidad. Se intenta crear una ilusión de una nación homogénea que para nada se corresponde con la realidad, y entonces es cuando aparece la quiebra y la desaparición de toda coherencia. Por K. Preub solo ve posible la sólida consolidación de la ciudadanía europea si se parte de una base en la que los criterios de nacionalidad de cada uno de los estados miembros sean abandonados. Ya que al incrementar los derechos supranacionales se crea un lazo de igualdad entre individuos que disfrutan de los mismo derechos y que estarían por lo tanto protegidos bajo la misma ley. Ese lazo es el que puede constituir finalmente el estatuto de la ciudadanía comunitaria.

Acudimos a observar la cultura europea como una herencia étnica específica, basada en marcadores privados, en símbolos y productos que poco a poco hemos hecho comunes para todos nosotros. En un mundo global es insostenible seguir defendiendo la propiedad de tal o cual característica, los inventores y los intelectuales de hoy en día pueden ser hijos de matrimonios mixtos, haber viajado por países de los denominados exóticos, trabajar con gente de un país y de una cultura totalmente distinta a la suya, empezar un estudio en el norte y llevarlo a la práctica en el hemisferio sur, y entonces ¿Qué nacionalidad tiene ese proyecto?, ¿qué país se apuntará el tanto?

Podemos hablar de una identidad europea que debe ser el resultado de un sistema jurídico-político, como apunta De Lucas, que se base en una idea capaz de regular la multiplicidad social y cultural. Podemos encontrar un claro signo de identidad cultural, basado en la idea de la crisis, en la capacidad crítica, de revisión y de diálogo que se ha desarrollado en Europa, nos hemos vuelto abiertos, dinamizadores y evolucionistas. En cierto modo este es el legado de la Ilustración, vemos claramente como a este lado del Atlántico y en este hemisferio se ha creado la capacidad técnicas interna para cuestionar nuestra propias instituciones, en nombre del debate razonable (desde hace poco, porque los métodos no tan razonables presiden la historia europea).

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