¿Por qué la crisis de refugiados sirios es diferente?

, de Liam Keenan, traducido por Irene Barañano

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¿Por qué la crisis de refugiados sirios es diferente?
Ⓒ Freedom House Flickr Commons Los crímenes de Assad continúan. Una familia es desplazada de Siria a Qaa, en Líbano. Vidas e infancias perdidas.

Durante los últimos cincuenta años, el oeste de Europa ha sido un santuario que ha acogido a refugiados de todo el mundo. Todos los países del oeste europeo tienen minorías que se originaron con estos grupos de refugiados, desde angoleños y angoleñas en Portugal, hasta somalíes en Suecia. Estas minorías, que solían pertenecer a grupos aún más reducidos, tenían un claro y acogedor lugar de destino, provenían de una tierra lejana y eran percibidos como «los otros». Mirar a Siria con ese mismo filtro sería una equivocación; de hecho, Siria, vecina de Europa, es grande, culta y sin aliados explícitos, pero con una población rica en valores y experiencias compartidas. Si Europa quiere entender la realidad de la crisis siria, debe mirar más allá de su tradicional paradigma para entender a quienes solicitan asilo.

No podemos ignorar sus dimensiones

Siria tiene una gran población, y es por ello que grandes cantidades de migrantes han conseguido llegar al continente europeo. La cifra de refugiados sirios que Alemania ha acogido solo este último año es mayor que la de los migrantes económicos polacos que se han instalado en Gran Bretaña desde 2004. Los desplazamientos de la población son tales que los controles fronterizos han colapsado en varios lugares estratégicos. Esta situación ha disparado las migraciones, ya que otras nacionalidades se aprovechan de la debilidad de las fronteras. Una gran parte de quienes solicitaron asilo en Alemania el año pasado han sido tachados de migrantes económicos del sur de los Balcanes.

La ausencia de vínculos naturales

La historia de una nación es la clave para entender la respuesta a las inesperadas olas de migración. Históricamente, los migrantes solían confiar es sus vecinos –o en su «patria»– para que los acogieran y entendieran. Es por ello que las crisis de Argelia y Pakistán generalmente llevaban a respuestas de los estados francés y británico, respectivamente; la actual crisis de Ucrania mira cómo Polonia lidera la respuesta europea. Los migrantes tienden a seguir esas mismas tendencias geopolíticas. El caso es que Siria nunca ha tenido un líder natural. Por esa razón, Alemania se ha convertido en su líder de facto, el país que más refugiados ha acogido de un país —Siria en este caso— que no encajaba con el campo de influencia de ningún otro país europeo. Para hacer hueco a la capacidad de acoger a refugiados, Alemania ha tenido que modificar sus leyes sobre el asilo, de la misma manera que Francia, Gran Bretaña y los Países Bajos hicieron con sus antiguas colonias.

El privilegio sirio

La mayoría de migrantes de Siria vienen de localidades urbanizadas y han recibido una buena educación formal. Siria ha sido un estado exitoso y funcional hasta su reciente declive. Podemos encontrar similitudes entre este caso y la expulsión de los asiáticos en Uganda, la de los Pieds-noirs, o la huída de los libaneses de la guerra civil hace tan solo una generación. Los migrantes que han llegado a costas europeas han utilizado su dinero y sus habilidades para atravesar el continente como los anteriores migrantes no fueron capaces de hacer. En otras palabras, han respondido a los cambios de las respuestas nacionales a tiempo y sabiamente; esas mismas habilidades que les han permitido llegar a Europa serán las mismas que los conviertan en una ventaja para nuestro continente en el futuro, como lo fueron los asiáticos de Uganda, los Pieds-noirs y los libaneses. Este panorama contrasta con el de aquellos migrantes que se quedan atrás —tanto en Siria como en campos de refugiados que rodean el país— cuya formación suele ser desproporcionadamente pobre, rural y naturalmente dependientes los unos de los otros: sean jóvenes, mayores o enfermos. Las nuevas generaciones sirias de Europa, a menudo tienen acentos aprendidos con los dibujos animados de los Looney Tunes o de Tintín; los y las actuales inmigrantes tienen medios para integrarse y contribuir en el país de destino que algunos otros migrantes que llegaron a Europa antes a duras penas tuvieron.

El espejo más allá de las fronteras

La naturaleza arbitraria del hecho de dibujar una fronteras alrededor de Europa acarrea consecuencias reales. Durante los horrores de la Guerra de los Balcanes escuchamos que el extremismo había vuelto a Europa por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial; también escuchamos que era imposible que Europa y el mundo permitieran aquellos hechos. Sin embargo, durante esta crisis, llegó a nuestros oídos de bocas de respetados líderes del centro europeo que los preciados valores cristianos de Europa podrían peligrar por las invasiones de migrantes musulmanes. Siria no forma parte de Europa, pero los europeos aún tienen la obligación moral de no ignorar la plegaria de este país. Es más, dada la proximidad de Siria con respecto a Europa, esta última va a tener que encarar algunas consideraciones prácticas. Aunque Siria no sea un país europeo, tiene una considerable minoría cristiana cuya experiencia en una sociedad multicultural podría ser un diamante en bruto para Europa; será crucial a la hora de encontrar una respuesta en cuanto a la demasía de divergentes puntos de vista de las diferentes naciones europeas.

Ahora, Europa debe hacer frente al hecho de que su tradicional paradigma sobre el asilo no será de gran ayuda a la hora de entender la realidad de la crisis de refugiados sirios. Los y las migrantes de Siria están equipados con las habilidades necesarias para contribuir en sus futuros países de acogida. Es imperativo que miremos más allá de los cientos de kilómetros que separan a Siria de Europa.

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